miércoles, 12 de diciembre de 2012

Básicos. Salsa de tomate.

En mi casa la salsa de tomate siempre ha sido un imprescindible. La usamos como acompañamiento para una tortilla de patata, para arreglar unas magras con tomate en cenas socorridas, para la pizza casera de muchos de los sábados por la noche, para poner un par de lomos de bacalao y dejar lista una comida a mi padre... Siempre hay un bote con salsa que no llega jamás a ponérsenos mala.
Con la mudanza he heredado la costumbre de tener tomate siempre preparado, aunque la verdad es que nosotros lo usamos mucho menos constantemente, así que ante el temor de dejarlo estropear una vez tras otra opto por congelarlo en botes individuales. Al ser envases pequeños, con sacarlo un par de horas antes se descongela solo sin necesidad siquiera de usar el microondas -que por otro lado odio hasta la saciedad-.
Además es una receta elemental ¡y en cada casa se hace de distinta forma! Para los que están empezando a meterse entre fogones o para los curiosos que quieren saber cómo lo prepara el vecino, os dejo aquí la receta de la salsa de tomate que preparaba mi abuela y que yo aprendí de verla preparar a mi madre todas las semanas de mi vida.


Y ya sabéis... si en vuestra casa se prepara de otra forma -cosa que no dudo- ¡mandad o enlazad vuestra versión!
Ingredientes.
- 1 bote de tomate triturado de 800gr (si se quiere pueden comprarse enteros y pelados y cortarlos uno mismo o pasarlo por el chino, en parte por rapidez, en parte porque me gusta no tener tropezones de tomate en la salsa yo lo compro directamente triturado)
- 1 cebolla
- 1  diente de ajo hermoso
- 1 cucharada de sal
- 1 cucharada de azúcar (si se prefiere puede usarse un sobrecito de sacarina en polvo y así será apto para diabéticos)
Proceso:
Trocear la cebolla en cachos pequeños, pero sin que llegue a ser un picadillo. Verter en una cazuela el bote de tomate. Poner aceite en una sartén pequeña hasta que haya unos milímetros en todo el culo.
Encender un fuego pequeño, donde colocaremos la sartén pequeña con aceite. Cuando ésta esté caliente echaremos la cebolla, bajaremos el fuego y le daremos un par de vueltas con una pala de madera para que toda la cebolla se impregne de aceite. Taparemos la sartén con una tapa para que no escape mucha humedad y la dejaremos pochando. Constantemente le daremos vueltas para que no llegue nunca a dorarse.
En paralelo encenderemos el fogón grande y con el fuego bajo colocaremos el puchero con la salsa de tomate para que vaya calentándose pero no llegue a hervir. No os olvidéis de la tapa. El tomate hace burbujas en seguida, que saltan hasta el último rincón de la encimera y que son de lo más molestas cuando les da por ir a donde el que cocina.
Picaremos un diente de ajo. Hace mucho tiempo le oí a Arguiñano que lo que repite del ajo es el núcleo, así que antes de picar siempre lo corto por la mitad y quito las dos mitades del corazón. Echamos el ajo picado en el puchero con tomate. Veréis que se le está empezando a hacer una espumita colorada. Con una cuchara le echamos la sal y el azúcar. Si no conocéis esa marca de tomate o simplemente si sois algo desconfiados -como yo- quedaros más cortos que otra cosa. Removed abundantemente. Es muy importante que ni la cebolla ni el tomate se os agarren. Para el tomate basta con no darle un fuego muy alto, pero la cebolla es otro cantar. Necesita ser constantemente mimada, de lo contrario las puntas fuera del aceite que toquen la pared de la sartén ennegrecerán y la parte que quede en el culo también.
El mayor problema que tiene que la cebolla se dore es que adquiere un toque amargo que resulta muy rico como acompañamiento de ciertas carnes, pero que para una salsa de tomate que tendrá mil y un usos igual te joroba el plato que decidas hacer dentro de tres días. Así que mejor tener paciencia, poner fuego lento y darle vueltas. Cuando la cebolla haya cambiado de textura, esté más blandita, mucho más pequeña de haber soltado el agua, y desprenda un olor dulce apagamos el fuego, la retiramos y la dejamos escurrir en un plato sobre una servilleta de papel lo más gruesa posible. Después la tiramos sobre la cazuela de la salsa y removemos. No le hemos puesto aceite. Por mucho que sequemos la cebolla siempre queja aceitosa, así que con eso hay de sobras para la salsa.
Subimos un pelín el fuego y esperamos a que la salsa se espese. Probamos cómo ha quedado de sal y de azúcar y completamos si creemos que le falta. Si además os animáis podéis echarle pimienta molida u orégano. Cuando veáis que la salsa está espesa al gusto la retiramos del fuego y la dejamos enfriar en un bote de plástico tapado con una tapa sin cerrar.
Ya veis, es elemental de hacer y en lo que cocináis otra cosa lo podéis dejar listo para tener provisiones en el congelador. Cuando lo hayáis descongelado se puede calentar en un cazo y sumarle atún escurrido, cachitos de anchoa o lo que se os ocurra para lo que vayáis a cocinar con ello.

2 comentarios:

  1. Nunca había hecho la cebolla a parte...supongo que lo mío sería más sofrito :D esos matices!
    por cierto, y en qué se diferencia de la passata?
    sabes, mientras leía me he tenido que parar y releer de nuevo, removed? lo leía en inglés [ri-moovd] jjajaja! curioso...
    saludos!

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    Respuestas
    1. En casa la cebolla la pochamos a parte para hacerlo a fuego muy muy lento y dejarla casi deshecha. Se endulza muchísimo y pierde casi todo el cuerpo.
      Y la passata... hasta lo que sé (que de comida italiana es muy poco) es una reducción de tomate. La idea de la passata es pasar por el chino el tomate cocido para que la textura sea más suave -partiendo de la base de que una buena salsa casera se hace con tomates enteros pelados, cosa que yo no suelo hacer porque lleva mucho más tiempo y suele darme más pereza-, además se tiene mucho tiempo cocinando para que pierda todo el agua posible y quede un buen concentrado. Para que te hagas a la idea, es la pasta espesa que se pone en las bases de pizza.
      Muchas gracias por comentar!

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